Parece una lombriz,

lombricita,

inofensiva, lerda, diminuta,

que curiosa,

perfora la tierra que habita

y se sumerge en la humedad,

aunque en realidad,

rodea,

y come,

y crece

y se multiplica.

 

Lombriz lombricita,

sin ojos ni dientes,

que trabaja incansablemente

entre ocho y diez días,

cultivando paciente,

para luego agotar los recursos,

fastidiarlos,

vaciarlos de sangre

y de cuerpo y de alma,

y después mudarse,

pues el plan maligno,

del gobierno de aquellas,

es sobrevivir,

a toda costa y a todo predio.

 

Salen pues a buscar  nuevos lares,

en acuosas naves, a cientos de

kilómetros por hora, hasta que la lombriz,

lombricita que parece tierna,

planta bandera y todo comienza de nuevo.

 

No tardan en llegar,

les advierto,

rojas, alargadas,

juguetonas,

ébola ebolarem,

lombrices lombricitas

tan insolentes y mortales.

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