De moda en México, en la época de elecciones que viene, se ha puesto en la mesa el debate del voto nulo o voto en blanco. La propuesta, es ir a las urnas para cumplir el deber ciudadano del sufragio, pero dejar la boleta en blanco o anularla para demostrarle a nuestros gobernantes, con esta abstención activa, que los mexicanos no estamos de acuerdo en lo que han hecho hasta la fecha; que ya no creemos en ellos, que estamos hartos, y un sinfín de argumentos que dicen sus promotores, se convierten en una forma protesta; es levantar la voz, no legitimar a los próximos gobernantes, etcétera, etcétera, etcétera.

Tiempo tenía que un tema en particular no provocaba tanta participación de opiniones encontradas. Debates, riñas, acaloradas discusiones son de todos los días a este respecto en últimas fechas, pero de hecho, el voto en blanco o nulo no es para nada nuevo. Existe en muchos países desde hace décadas: se reconoce y utiliza en Grecia y en varios Estados Norteamericanos como el NOTA (None of the Above) que en Nevada es llamado el NOTC (None of These Candidates), en Ucrania (Contra Todos) y en Rusia como el voto blanco, que fue oficialmente abolido en el 2006.

Debo aceptar, que el concepto per se me gusta, sin embargo, en México y con las condiciones actuales en las que se ha planteado, es a todas vistas inútil.

Es inútil porque hasta donde sé –si me equivoco, corríjanme- en el código electoral Mexicano se contempla como ganador de las elecciones, a aquel que cuente con el mayor número de votos afirmativos, lo que querría decir que no se contempla en absoluto, la posibilidad de contabilizar votos erróneos (con equivocación en su emisión) ni votos anulados o en blanco. O dicho de otra forma, aunque el 99.99999% de la población votara en blanco, ganaría el candidato que tuviera tan solo 1 voto correcto, a pesar de los millones de pesos gastados. Es entonces, según la lógica, una acción inútil pues no representará ningún tipo de diferencia en el resultado.

Inútil también, porque el voto blanco o nulo, no obligará a los políticos ni al IFE o a ninguna autoridad, a tomar ninguna decisión o medida sobre el disgusto general de la población. Si acaso, será nuevo reto para mercadólogos políticos que tienen que ver cómo nos venden a sus candidatos, y de uno que otro oportunista que querrá sacar bandera en provecho de intereses propios (así como el “partido del voto blanco”, por ejemplo. O una organización no gubernamental que viva del presupuesto de nuestros impuestos).

Personalmente, no me gusta tomar acciones cuyos resultados son de nulo impacto. Las equiparo como levantar una basura de la calle para luego volver a tirarla pasos después. Especialmente, porque las elecciones como tal nos salen demasiado caras (México tiene uno de los sistemas electorales más onerosos del mundo) como para levantar los triunfos logrados y tirar el voto en la acera unos pasos después.

¿Usted qué opina, estimado lector, lectora? ¿Le sigue atrayendo la idea del voto blanco o nulo? Si es así, aunque yo y muchos no estemos de acuerdo, está en su derecho. Reside en cada quién qué hacer con esa posibilidad que nos confiere la democracia que tantos años y tanta sangre nos ha costado. Sólo que antes de emitir su final veredicto, les invito a que hagamos un examen a (y de) conciencia:

1. ¿Sabe en qué número de distrito vive usted?
2. ¿Sabe cómo se llama el diputado federal que lo/la representa?
3. ¿Conoce el nombre de su diputado (u asambleísta) local?
4. ¿Sabe como se llaman todos los candidatos a estas siguientes elecciones a los que le tocará votar? (pista: son ocho)
5. ¿Conoce las propuestas de cada uno?

Si ha contestado correctamente a las cinco anteriores preguntas, felicidades; forma usted parte del menos del 0.5% de la población en edad de votar. Si estando en ese minúsculo grupo, no lo convence ninguno de los candidatos que tendrá que votar el próximo cinco de julio, entonces usted sí podría, responsablemente –aunque de utilidad nula como ya lo vimos, votar en blanco su boleta electoral.

En cambio, si respondió negativamente a tan sólo una de las anteriores preguntas, valdría la pena reflexionar un poco sobre lo que este “voto nulo” o “voto en blanco” significa, pues tristemente, se ha enarbolado como estandarte del hartazgo político, pero también, hay que decirlo con todas sus letras, de la ignorancia y la comodidad que nos representa ocultarnos en el “movimiento” para disfrazar la apatía y desinformación democrática de la cual somos parte la gran mayoría de ciudadanos.

En un ejercicio de completa honestidad tenemos que aceptar que los mexicanos no somos “víctimas” del sistema como sugiere Denise Dresser. Es cómodo y conveniente, pero no es verdad. No lo es, porque el principio mismo de la democracia indica en que el poder radica en el pueblo. No lo es, porque nuestro gravoso sistema democrático no es diferente de ningún otro sistema democrático representativo del mundo, en los que la mayoría de ciudadanos que votan positivamente, eligen a terceras personas para hacerlos sus representantes. Dichos representantes, son “encargados” de tomar las decisiones requeridas, según lo que sus “representados” les hemos encargado.

¿Es culpa del sistema que tengamos políticos corruptos e irresponsables? ¿Es culpa de nuestro sistema democrático que cada año que pasa las campañas políticas gasten más y más miles de millones de pesos publicando fotos que se convierten en basura? ¿Es culpa del sistema democrático que nos inunden de discursos vacíos? ¿Es culpa del sistema que deportistas terminen sus carreras y se conviertan en candidatos? ¿Es culpa de la democracia que los ciudadanos estemos hartos de nuestros gobernantes? No, no, no, no y no. No lo es.

¿Es culpa de nuestras autoridades? Sí. Pero esa culpa se extiende a nosotros por el simple principio democrático, como ciudadanía. Nos corresponde por no estar bien informados. Por no promover la cultura democrática. Nos corresponde sin duda alguna, por “olvidar” el poder que nos confiere el mismo sistema de elección de nuestros gobernantes. Por ejemplo, ¿cuántos de nosotros hemos “castigado” al PRD quitándole el voto en cualquier estrato, por defender, permitir y refugiar el paro de AMLO que secuestró por varias semanas a la ciudad de México?
Sí. El dicho es cierto. Tenemos a los gobernantes y partidos que nos merecemos. Como población somos una vergüenza que tiene políticos incompetentes y vergonzosos. Olvidamos fácil, perdonamos aun más, no exigimos nunca. Participamos en algunas marchas sólo porque es más fácil que trabajar, no pagamos impuestos, no denunciamos tropelías, no leemos, compramos mercancías robadas, permitimos la fayuca, y en resumidas cuentas, no nos importa un comino. Somos muy buenos para reclamar, muy malos para actuar. En otros países, con un sistema idéntico, obligaría el electorado al no votar por ningún candidato de un partido en particular, a que la dirigencia de dicha agrupación política cambiara de rumbo, a que por ejemplo, expulsaran a AMLO del PRD, o a Monreal del PT por su escándalo mariguano. ¿Es culpa de la democracia? No. Es culpa del electorado. De nosotros, los ciudadanos. ¿Cuántos de nosotros les hemos reclamado a nuestros representantes legislativos algo? ¿Cuántas cartas o correos electrónicos les ha enviado usted querido/a lector/a? ¿Cuántas veces le ha escrito a su diputado para reclamarle que promueva un cambio de legislación que regrese al IFE a donde debe estar para que no esté limitando la libertad de expresión de nadie? ¿Cuántas demandas de inconstitucionalidad tiene el nuevo código electoral? ¿Cero? Y sí, es cómodo preguntarse para qué hacerlo, adivinando que no responderán nada. Es cómodo pero irresponsable, y eso, no es culpa del sistema. ¿Entonces cómo queremos que dichos representantes nos rindan cuentas? ¿Así como por obra del espíritu santo? No señores, así no funciona la democracia, ni aquí, ni en Suiza.

¿Aún sigue pensando que el voto en blanco o voto nulo es una herramienta correcta de protesta? O en este ejercicio de conciencia, como me sucedió a mi, ¿se ha dado cuenta de que es la excusa perfecta para ni siquiera informarse de lo que hay que elegir? Yo me encontré – para mi muy particular caso- que en verdad hay algunos candidatos que traen buenas propuestas por las que vale la pena votar, y posteriormente, exigir su cumplimiento. No estoy diciendo que eso sea el caso para todos, pero antes de votar en blanco o nulo, creo que debemos intentar agotar los recursos democráticos que tenemos a mano, que nos corresponden por derecho, y que no hemos utilizado nunca antes. Yo al menos, así lo haré.

¿Sigue indeciso/a? Entonces le propongo que en lugar de votar blanco, vote útil: por cualquiera que no sea de los partidos chicos como el Verde Ecologista (que es el único partido ecologista del mundo que defiende la vida de animales pero promueve la pena de muerte), el Social Demócrata (que no tiene nada de izquierda y nada de demócrata y culpa de la delincuencia a la pobreza), el Partido del Trabajo, Nueva Alianza, Convergencia, etc., que cuestan muchos millones de pesos a la sociedad mexicana y cuya desaparición por falta de votos, representaría un bien mayor, pues se ha demostrado su representatividad es prácticamente inexistente y a los 3 partidos grandes no les costaría ningún trabajo incluir sus propuestas para satisfacción de todos.

Repito, la idea del voto blanco me gusta, pero no con las condiciones que tenemos en estas elecciones, donde un voto blanco equivale a quedarse en casa a beber una cerveza porque no cuenta para nada. Mejor promovamos con nuestros legisladores, que en un futuro:

A. Se legisle que se compute el número de votos blancos para que dichos votos cuenten y no sean vistos legalmente como “errores”.

B. Que se legisle, que si llegara a triunfar el voto nulo o blanco, se eliminaran a los candidatos y se convoque a nuevas elecciones de emergencia.

De esa forma, el voto nulo o en blanco no sería inútil sino que cumpliría con la función legítima de mostrar cuando el pueblo no esté de acuerdo con ninguno de los candidatos presentados y en mayoría, podríamos obligar a un cambio de propuestas y personas.
Y yéndonos un poco más allá, exijamos se reviertan las últimas modificaciones a la ley lectoral y del IFE donde se limita la libertad de expresión y se promueven los negocios “bajo el agua” con los medios de comunicación. Exijamos se legisle la posibilidad de remover a un gobernante si a un año de funciones no ha cumplido con el 15% de sus promesas de campaña. Exijamos se legisle la reelección para legisladores locales y federales cada dos años para que podamos castigar al que no cumpla. Exijamos de una buena vez por todas, para que nuestros gobernantes sean mejores. Y no, no se trata de aceptar la “fruta menos podrida” como aseveró José Antonio Crespo. Porque si a esas vamos, el voto en blanco o nulo, es simplemente ir al mercado, gastar el poco dinero que tenemos en pagar la fruta y tirarla en la acera o devolvérsela al tendero sin reclamo alguno…

Más bien se trata de investigar, y por nuestros medios legítimos y legales, exigirle a los políticos que necesitamos mejores propuestas y su cumplimiento, demostrarles que nos vamos a involucrar y que no los dejaremos hacer lo que venga en gana al que gane (ni al que pierda).

Así, entenderemos todos los involucrados, que ganará en un futuro el candidato a gobernante que mejor cumpla lo que promete, que mejor demuestre su trabajo, y que mejor nos represente a todos (la tendencia ahí está, vean a Peña Nieto, que se podrá decir muchas cosas de él, pero lleva cumplidas el 85% de sus promesas de campaña firmadas ante notario).

Vote pues en blanco o no, pero por favor no lo haga sólo por caer en la moda puojadista del auto boicot a la democracia disfrazada de desencanto. Vote pues en blanco o no, pero hágalo a conciencia, informado y contemplando las consecuencias de sus hechos, y las secuelas que tendrá nuestra democracia, inmediatas y a largo plazo.

If you enjoyed this post, make sure you subscribe to my RSS feed!