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Estoy atada a una lengua carente de palabras.
Creí aceptar mi entorno pero no me conformo.
¡Quiero decir Y que la voz responda!
Lety Ricárdez

En “la punta de los cuajes”, mejor conocida como Oaxaca, nace gris el día por las llantas quemadas y el olor a miedo en el pueblo. Huele a pólvora porque los maestros de la aprehensión utilizan cuetes, trece de esos que estallan y rompen el cielo a pedazos y revientan el sueño a media noche.

En la ciudad de México, amanece un joven con los ojos rojos y la voz entrecortada. Quiere decir, pero la voz no le responde.

Hay poetas que aman sufrir el melodrama de la vida, transigirlo y gritarlo suplicando escondida compasión. Hay poetas así, que se inflingen la pesadumbre, igual que hay barrenderos y ricos, bandoleros, políticos y maestros desalmados que dicen lo hacen todo por los pobres, pero viajan en camionetas de lujo que han costado sangre y trabajos ajenos, y no se meten a las trincheras ni a los balazos…

No hubo reparador descanso para ninguno. Y amanece en ambos lugares, con los ricos un poco más pobres, los pobres un poco más necesitados, y los hambrientos un mucho más jodidos. Él en la ciudad más grande del mundo, ella en Oaxaca.

Él quiere decir… y la voz no le responde. Piensa en esos líderes de rufianes, de guerrilleros urbanos que arrebatan las calles de una ciudad como si decidieran tomar por la fuerza a una mujer botín de guerra. Eso sucede cuando los mezquinos intereses de unos cuantos, se imponen a unos muchos. Él sabe, que imperdonablemente nadie ha girado la cabeza hacia Oaxaca, donde desde hace meses, no hay ingreso ninguno a la bella ciudad que la historia y el olvido, han golpeado sin cesar. Y a nadie le importa nada. A fin de cuentas, los maestros no tienen reclamos sociales. A fin de cuentas, solo quieren destituir a un gobernador que no les gusta o no les conviene. A fin de cuentas, los trabajadores pierden empleos todos los días. A fin de cuentas, cada mañana se muere gente por no llegar al hospital, porque no hay suficientes medicamentos, porque aquellos tienen tomado el centro de la ciudad. A fin de cuentas, el magisterio local se proclama anti-yanki y anticapitalista, y nadie les dice nada cuando hacen huir despavorido al turismo; única fuente de ingresos de muchas familias que se duelen las tripas de hambre. A fin de cuentas, a nadie le importa, porque los maestros siguen cobrando sus sueldos en la Secretaría de Educación Pública (o de invisibles grupos de “apoyo”), y los burócratas siguen recibiendo dietas y estipendios, y tu y yo seguimos bebiendo café, utilizando el ordenador, navegando por Internet y contando con un salario cada quincena.

Ella sin embargo, no.
No cobra y hace un esfuerzo sobrehumano por mantener a sus empleados. Dieciocho años, cumpliendo paso a paso, día a día, gota tras gota, y en cuatro meses se encuentran ella y su familia, desamparados…

Él, quiere decir y la voz no le responde. ¿Y cómo no si hasta horas extras les paga el gobierno a esos desgraciados!… Y mientras tanto, miles como ella, digna y orgullosamente trabajadores y oaxaqueños, pierden todo poco a poco sólo porque respetan la ley y tienen a un gobierno federal eunuco y capón, que busca esconder su cobardía en el argumento de que no se quiere recurrir a la represión. ¿Represión? ¡Qué maldita represión! ¿No es acaso la fuerza pública, una fuerza del Estado que le ha sido dotada por la ciudadanía? ¿No es acaso un deber del gobierno el utilizar la fuerza pública para defender a los débiles? ¿Para proteger a los indefensos? ¿Para hacer respetar el derecho ajeno? ¿No es acaso una inminente e irrenunciable obligación del gobierno, utilizar la fuerza pública, ordenada, medida y justificada, para mantener el orden? ¿La justicia? ¿Dónde está el Estado de Derecho?… Está olvidado en la desidia, está solo, y rueda pacheco…

Guerrilla urbana, marchas multitudinarias, oficinas de gobierno, vehículos oficiales quemados, estaciones de radio tomadas y cerradas carreteras. El interés de unos cuantos. Y Fox parece no recordar que juramentó “guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y las leyes que de ella emanen, mirando en todo por el bien y prosperidad de la unión”. Qué esperan que se resuelva lo de Chiapas para no agitar más el panal. Qué el peje está metido hasta los dientes en este asunto como en otros más. ¡Pues que el pueblo se los demande!

Él quiere gritar, dar a conocer, no voltear la mirada porque está de piedras putas malas encabronadas porque quiere decir y la voz no le responde.

Ella no. Ahora quiere ver lo bueno de la vida; eso que hace falta vivir todos los días. Ella le sonríe a la sustancia y a los días pasados, llora de alegría al ver a sus hijos, al tocar a sus sobrinos, al imaginar nietos acariciando cariñosamente la frente de su regordete marido.

Él tiene rabia, rabia y más rabia porque sabe lo que sucede en Oaxaca y lo que ella está pasando. Él, quiere denunciar, hacer notar, que sepa el mundo y la historia, quejarse, reclamar y lo mata poco a poco las noticias porque sabe que no puede hacer más. Ella no. Ella quiere pintar un cuadro a cada uno de sus amigos. Y es que ella, es una poetiza, que cuando era niña tenía las piernas cortas y llegaba tarde a todos lados. Ella, hoy quiere, hoy quiere ver el amanecer, platicar con Ezequiel, caminar despacio, levantar el ánimo. Porque en el fondo sabe que todo se resolverá con el tiempo, que todo pasa, que hay cosas más importantes, y comprensiva y sabia, entiende que así son la vida, la política y el cancer que está luchando.

¿Y él?
Él le dice lo que yo le digo: no estás sola, espíritu bello.

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