Aunque los días habían estado calurosos, la madrugada fue fría e inclemente; la espiración a la vista de los presentes y provocando que las ventanas del auto compacto pasaran dificultades para mantenerse claras.

A la entrada un soldado, previamente alertado sobre el santo y seña del vehículo que llegaría, elevó la pluma de acero que protege las instalaciones. De expedito, les permitió el paso y realizó un franco saludo militar haciendo la venia y elevando la mano derecha, firme, a la altura de la sien y sin más, regresó a su caseta de comando, por supuesto sin anotar en la bitácora el movimiento poco usual.

Sólo su chofer, él y el guardia supieron hasta ese momento de su presencia en el campo militar. Y aquello lo tranquilizó, pues conocedor del régimen castrense, no le cupo la menor duda de que el personal de confianza estaba entrenado para guardar el más absoluto secreto sobre la reunión que sostuvo. Él especialmente, tuvo la certeza de que podría negar el evento sin que nadie lo contradijera, sin que existiera prueba alguna de su presencia en el lugar.

El carro utilitario llegó hasta el final del circuito, y al bajarse, el candidato le ordenó a su chofer que lo esperara ahí mismo. Solitario, como suelen darse este tipo de reuniones secretas, comenzó a caminar sobre la arena, cruzando la pista, y se percató del olor a deyecciones equinas del aire. La cita era muy extraña. Desde la convocatoria, que fue recibida por él mismo en su móvil personal con una misteriosa llamada. El firmante no se identificó del todo, pero el candidato sabía que no podía menospreciar el llamado de un militar de alto rango. Y menos a punto de las elecciones.

Pronto llegó hasta una luz encendida en los picaderos de las canchas ecuestres del Campo Deportivo del Estado Mayor Presidencial, donde lo recibió un tufo a habanos y un hombre vestido con la indumentaria marcial. “Le agradezco haya acudido a mi llamado”, le dijo aquel hombre que se identificaría como el Teniente Coronel Oropeza Chico. “A sus ordenes”, le respondió el candidato con toda la formalidad que le fue posible, no sin antes aceptar el puro que le ofreció el otro, a pesar de que le repugnaba la idea de fumarlo, pues sabía que a los militares no hay que desdeñarlos.

– Directo al punto – dijo el Teniente Coronel en cuanto el candidato pudo encender su habano. Daba la impresión de ser un hombre joven, muy inteligente, que hablaba con un tono de voz melódico pero a la vez firme, como aquellos acostumbrados a la voz de mando pero que siempre saben elegir muy bien sus palabras.
– A sus órdenes – repitió el candidato mientras trataba de controlar un ataque de agruras que le provocó el tabaco.
– Algunos en el sector militar nos encontramos consternados por el proceso electoral – dijo sin rodeos. – Nos preocupa la información de inteligencias locales y regionales que hemos venido recopilando el último año – agregó mientras le entregaba al candidato un pequeño expediente que resumía labores de espionaje y recopilación de datos sobre poblaciones a lo largo y ancho de la república, que habían estado recibido cargamentos de armamento sudamericano.
– No me preocupa tanto- dijo el candidato después de estudiar el expediente cuidadosamente – seguramente serán armas de sandinistas, o guerrillas mal paridas colombianas; ni si quiera debe funcionar…
– Sí, eso lo tenemos contemplado – dijo el militar mientras arrojaba la colilla del habano. Pero es nuestro deber mantener la seguridad nacional. Caminó entonces un poco hacia la pista, con las manos entrelazadas detrás de la espalda media y se detuvo hasta que el candidato lo alcanzó.
– Debo decirle – agregó mirando el cielo estrellado – que tampoco nos preocupa mucho el hecho de que después esos poblados quisieran convertirse en guerrillas… nuestras fuerzas armadas tienen mucha experiencia en el tratamiento silencioso de esos asuntos.
– Lo comprendo – respondió el candidato como aquél que quiere comer chuletas sin tener que pensar en el rastro. – Cuentan con mi apoyo- terminó, suponiendo que ese era el motivo de la convocatoria.

El militar se detuvo en seco y lo miró directo a los ojos. Dio media vuelta y comenzó la marcha de regreso.

– No necesitamos su apoyo para esos menesteres – dijo con sequedad. – El ejército actúa desde hace mucho sin necesitar de la ayuda de ningún político – sentenció ante el atónito silencio del candidato. – En realidad, por órdenes superiores, le estamos cediendo una cortesía.
– No entiendo- respondió el candidato confundido.
– Es simple- respondió Oropeza Chico – Se está pretendiendo un ambiente de desestabilización más allá de sus alcances, y no le quepa duda que la Defensa Nacional está sobre de ello. Se lo comentamos más bien – dijo con aire explicatorio- para que haga lo que está en su poder para que nosotros no tengamos que intervenir.
– Habremos de averiguar entonces quien se encuentra detrás de esto – dijo el candidato recobrando el valor y golpeando el fólder Manila con la punta del dedo índice – Intentaré hablar con el Presidente…

En ese momento el militar hizo una mueca de disgusto pero conservando sus ademanes controlados, respondió con un simple manotazo en el aire y un claro – haga lo que quiera -. Acto seguido, el militar se sentó en unas pequeñas gradas y encendió otro habano. – Le brindaré los antecedentes – dijo. – Hace poco comenzó el ejercicio militar Valiant Shield. Es un ejercicio conjunto entre los Marines y la Fuerza aérea norteamericana; el más grande de la historia de nuestro vecino país del Norte. Incluye a 5 portaaviones, 20 buques de guerra, 300 aviones de reacción, y más de 20 mil efectivos. En este momento, están asentados en una pequeña isla mejor conocida como Guajín, en el Pacifico Occidental…

– ¿Y eso qué tiene que ver con nosotros? – le inquirió el candidato.
– Que según nuestros cálculos, estarán de regreso para el día último de este mes, pasando justo a 200 millas náuticas de nuestras costas para el momento de la elección – le confió. – Y es simple la “casualidad” – recalcó con las manos.

El candidato no terminaba de comprender bien a bien el asunto cuando tras un suspiro prolongado, el militar le confirmó sus sospechas: – Adicionalmente, según declaraciones del pentágono, tendremos poco más de 6 mil efectivos de la guardia nacional norteamericana en la frontera antes de que termine el mes de junio…

– Mierda- respondió el candidato en cuanto se percató de la importancia del asunto. – ¿Quiere implicar? – he hizo una pausa para replantear la pregunta que hace un par de horas le hubiera parecido una tontería – ¿que estamos en riesgo de ser invadidos?

El militar le respondió con otra pregunta: – ¿De verdad usted cree que están ahí para construir un muro fronterizo?- le espetó con ironía y desdén. – Particularmente- dijo retomando su aire sereno – creo que únicamente nos quieren provocar un “calambre”, y no una invasión como tal. Así como en realidad sucedió en Veracruz con Venustiano Carranza, que no tenía nada de Don ni de militar, pues de haberlo querido, los norteamericanos nos hubieran hecho trizas – dijo guiñándole un ojo al candidato, como si quisiera compensar el duro trato que le había obsequiado apenas hacía un momento.

– ¿Por qué me dice esto?- le preguntó el candidato con la frente sudorosa a pesar del frío matutino.
– Según nuestros informes, usted resultará ganador en las elecciones para presidente…
– Y haré todo lo que esté en mi poder para impedir este tipo de sucesos – le interrumpió el candidato.
– La milicia y la democracia no nos llevamos del todo… – contestó el militar, quitándole el expediente de las manos y prendiéndole fuego dentro de una cubeta metálica rellena con pastura. – Nosotros hacemos lo que tenemos que hacer, ustedes los políticos son muchas palabras, pocas acciones – le recriminó. – Volviendo al punto – continuó – tenemos datos de que el otro candidato no aceptará su derrota y promoverá manifestaciones que terminarán en violencia y desmanes… Informes de inteligencia apuntan que un grupo incluso tratará de atacar la embajada norteamericana, señal que servirá de banderazo para que la operación Valiant Shield, junto con amenazas de guerra contra corea del norte, desvíe su rumbo apenas unos grados y se acerque a nuestras costas…
– Créame que ganaré, que no me temblará la mano… – respondió el candidato jadeante, nervioso, mareado. Su mente, es la que estaba funcionando ya a cientos de pulsaciones por segundo – ¿No estarán entonces buscando los norteamericanos una excusa? ¿Por eso apoyarán a mi adversario para que no acepte su derrota? ¿Promoviendo el descontento social para tener excusa de invadir?, pensó.
– Créame, señor candidato- le dijo el Teniente Coronel Oropeza Chico – que nos importa un bledo quién gane, lo que queremos es mantener la estabilidad y seguridad interna intacta. No queremos desmanes el 3 de julio. No queremos brindar excusa alguna al gobierno norteamericano.
– ¿En qué puedo auxiliarlos yo a ustedes? – respondió el candidato nervioso, como niño que no sabe qué hacer pero acostumbrado a darle la vuelta a los problemas con sorprendente habilidad.
– Haga como le dije, lo que considere usted necesario. Como le dije, por mera cortesía le estamos cediendo un plazo de hasta las 1800 horas del día 2 de julio. Si para entonces no logra usted asegurar la tranquilidad de nuestra seguridad nacional, aunque haya triunfado, le exigimos que pierda Usted; que acepte públicamente su derrota aunque haya ganado.
– ¡Debe haber otra salida! – exigió el candidato, casi al borde de las lágrimas.
– Ese es asunto suyo – le dijo el militar. – O de otra forma, intervendremos nosotros. Y créame, por el bien de todos, no queremos que eso suceda. – Sin más ni más, el militar se puso de pie y sin mirar atrás se internó en la obscura noche, no sin antes lanzar la advertencia “Usted decidirá que hará”.

NOTA: Esto, queridos lectores, es una Realidad Novelada sobre algo muy similar que sucedió en México en el siglo pasado.Repito: es un relato ficcioso. Y como tal, hay que tomarlo como mero entretenimiento. Y ya entrados en estos menesteres, díganme… ¿les gustó el relato? ¿Qué opinan? ¿Por quién votarán?

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