El asambleísta local estaba visiblemente emocionado. Subió al estrado. Agradeció a todos por su apoyo, por su presencia, por su magnanimosidad.
– Compañeros – dijo dando espacio para aumentar la teatralidad, en un gesto de amor desenfrenado por la patria, y para afianzar nuestra democracia revolucionaria y así darle poder al pueblo – si ustedes están de acuerdo y así me lo harán saber levantando la mano en señal de votación pública- haremos en esta magna asamblea, un resolutivo que entregaremos a los demás diputados locales, para hacer eco a la desinteresada y solidaria petición de nuestro hermano de lucha, el Presidente DictarHugo de la Nación Estrellada.
La gente de inmediato levantó la mano y comenzaron las vivas, simpatías y aplausos desenfrenados. “Los tengo en la palma de mi mano”, pensó calculador y frío. No cabe duda de que es el mejor para la manipulación de masas. “Ni si quiera saben de que se trata y ya los tengo a todos votando”. Entonces sacó de la bolsa del pantalón un pañuelo con el que se limpió el sudor de su muy regordeta faz, y sonriente, agregó:
Proponemos en esta Honorable y Digna Asamblea Popular, y en solidaridad con el Encuentro Continental de los pueblos indígenas y campesinos, realizado en Caracas del 11 al 14 de octubre del año pasado, que México, los pueblos y gobiernos del mundo, conviertan el 12 de octubre en DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA PLANETARIA, por un nuevo orden mundial y un nuevo equilibrio del universo, al reencuentro con nosotros mismos, con América, con la Humanidad y con la madre Tierra…
Las porras no se dejaron esperar. De no haber sido tan sardónico y cínico, él mismo hubiera reventado a medio discurso con una carcajada. “Como corderitos”, pensó orgulloso. ¡Habrá que ser estúpidos!, y sonrisa sinvergüenza. “Ni hablar, lo que uno tiene que hacer para seguir en el juego político”. Así, mientras miraba a la clamorosa audiencia compuesta de gente de escasos recursos, levantó el puño en señal de victoria y tomó asiento en el estrado.
“A estos lumpen, mugrosos malparidos, patas rajadas, ignorantes y demás, les ha fallado México”, pensó, aceptando por fin y para su sorpresa, que sus acciones políticas únicamente van encaminadas a provocar precisamente lo mismo. “Así es la gente, no la cambies, mejor sácale provecho”, le había dicho su mentor político. “Sí, sí, seamos congruentes”, se sorprendió así mismo. Un golpe de calor, quizás, porque no, no puede ser que a medio mítin, frente a sus jefes, recobre de repente la conciencia. Eso no puede ser bueno para su carrera política. ¿Acaso el Dios en que no cree lo está castigando? No, no, no puede ser. Comienza a sentir asco. Un asco incontrolable. Y arrepentimiento. Mierda. Cual autómata se levanta de su lugar y retoma la tribuna. Arrebata el micrófono. Y sin que pueda controlar sus propias palabras, comienza la alocución y el fin de una prometedora carrera en el gobierno local:
– Seamos conscientes, compañeros. Seamos congruentes. Váyanse ya a sus casas, pónganse a trabajar, no pierdan más el tiempo, que para entretenimiento está la televisión…
Ni siquiera rechiflas. La gente se quedó muda; pasmada.
– Si renegamos la conquista, renegamos el mestizaje y me atrevo a jurar que ninguno de los presentes es pura sangrea. Es más, no seamos racistas ni nos fijemos en estas cosas, que al fin y al cabo, todos somos mexicanos…
Hubo alguien por ahí, en la multitud, que le gritó “¡oligarca!”. Entonces él respondió: ¿Qué nuevo orden mundial y que Universo? ¡Por favor! ¡No seamos estatístas! ¡El descubrimiento de América fue en su tiempo un gran logro científico!… Sí, es correcto. En nombre de la conquista se realizaron muchos asesinatos y atropellos. Pero eso no quiere decir que debamos renegarlo todo. Critiquemos, sí, pero ¡por favor, aceptemos nuestra realidad y no seamos ideólogos del pasado ni renegados absurdos! Ni todo ha sido malo ni pretendamos tonterías. O ¿qué? A poco pretenden tirar todo por la borda y regresar al trueque? ¿Qué no saben que estos líderes que los vienen a azusar, se irán al rato a comer al Cacino Español? ¿De verdad quieren tirar el sistema republicano y que regresemos al imperio para elegir al tlacatecuhtli, que quiere decir “jefe de los hombres”?. No señores, ni todo el amor ni todo el poder. ¿Quieren regresar al sistema escolar mixteco? Porque cualquiera que sepa de historia les dirá que ése, sí era un sistema oligárquico. Solo iban a la escuela los nobles y los guerreros; no se olviden del telpochcalli y el calmecac; y eso, sí, olvídense de aprender a leer, que eso solo los privilegiados…
¿Quieren de nuevo que el Estado reconozca como legítimo la existencia de los esclavos? Porque ninguno de ustedes iría a estudiar y seguramente trabajarían a marchas forzadas… No habría ganadería, sólo tendríamos el pavo como ave de corral y comeríamos ocas salvajes. Ni competencia económica. Olvídense de entrar a un Carrefour, Auchan o Wallmart. Sólo un gran mercado por ciudad y nada más. Ni poder tener casa siquiera; habría que rogar al calpulli para que nos prestara su propiedad para sembrar y habitar. Qué tal que volveríamos a los sacrificios humanos de vez en cuando, comeríamos grillos, moscas, insectos y una que otra planta. Olvídense de los noviazgos, el sexo prematrimonial y muchas cosas más. En esas épocas solo se podía tener relaciones dentro del matrimonio y vía sacerdotisas dedicadas a la prostitución ritual. Y si no se era guerrero, acostarse con alguien significaba la muerte a pedradas.
“Y ustedes muchachitas” dijo señalando a algunas que estaban atónitas… ¡Las chicas eran educadas por sus madres sólo para casarse y para realizar las tareas del hogar!
A mí me perdonarán, pero no quiero tener nuevamente un gobernante con poder ilimitado, que abarque a todas las cosas y a todas las personas. Ni quiero que junto a él, los guerreros y sacerdotes sean el grupo de mayor poder… Imaginen que no habría siquiera clases medias ni posibilidad de hacer dinero, de crecer, de ascender… No, no, y no. ¡Imagínenselo! Yo por lo pronto, prefiero seguir llamándome Miguel y no Acamapichtli…”
– Compañeros, no le hagan caso, al compañero Miguel le dio mucho el sol- dijo el líder del partido político en cuanto el arrebató el micrófono. Con gusto, observó que su comentario causo carcajadas y comenzó a retomar el orden y la marcha de la Asamblea.
– No se nos olvide a lo que aquí venimos: a obligar a que México, los pueblos y gobiernos del mundo, conviertan el 12 de octubre en DÍA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA PLANETARIA, por un nuevo orden mundial y un nuevo equilibrio del universo, al reencuentro con nosotros mismos, con América, con la Humanidad y con la madre Tierra– ¿Quién vota?-
El exasambleísta, ahora perseguido político y enemigo público, no pudo más que echar a correr y desde la distancia, observó orgulloso, que muy pocas manos se alzaron. Sonrió. Era una sonrisa tranquila. Y al día siguiente se inscribió en una Universidad extranjera y estudió la carrera de Medicina. Dicen que se graduó, se casó, montó un consultorio y vivió muchos años feliz y con la conciencia tranquila; sabiendo que en cinco minutos hizo más por la gente, que muchos políticos en este mundo. Y es aquí, queridos lectores, que este raro y malo cuento se acabó.