¿Es igual de buena una democracia impuesta que cualquier otro régimen? Porque la reciente intervención armada de los Estados Unidos de Norteamérica a la tierra gobernada por Sadam Hussein, busca imponerle al pueblo de Irak un régimen simulado que según la mejor retórica de nuestros días, permita su “liberación”. Por lo menos eso dejó entrever Collin Powell cuando se presentó ante el Congreso de Washington para hablar de su concepto de “liberación de los pueblos”, donde se demostró – por si alguien lo dudaba todavía – que los Estados Unidos de Norteamérica tienen la intención de pasar largo tiempo en el país oriental. Tal vez, bastante más tiempo del que todos pensamos…
Para justificar su estancia, considera su deber moral, los Estados Unidos de Norteamérica, que inmediatamente después del cese al fuego se imponga al pueblo iraquí, una nueva dictadura militar. Solo que ahora, el totalitarismo será estadounidense. Después de que la milicia lleve la batuta de la nación oriental, es probable que se busque la creación de un gobierno civil norteamericano que permita afianzar la situación que mas tarde sería coronada con un gobierno democrático por “la salvación del mundo moderno, la economía de mercado, y la gracia de los hombres justos”.
Y entonces surge la pregunta: como ha sucedido infinidad de veces en otros lugares del mundo, ¿las instituciones norteamericanas se erigirán sobre las de Irak como representante absoluto de abstracciones propias y occidentales que intentarán reprimir la individualidad de su pueblo? Porque si así sucede y creo que no tenemos razón alguna para pensar lo contrario, no parece descabellado el pensar que resultará difícil para un pueblo sumido en años de rígidas tradiciones, aceptar la misma racionalidad política de un gobierno cuyos sustentos sociales resultan tan dicotómicos.
Sin embargo, existe un riesgo latente de exponencialización de la crisis de representación que vive dicha nación, pues antes, por lo menos estaba medianamente legitimado el régimen en una fuerza mítica de poder que ciertamente, no ofrecerán los norteamericanos. Sobretodo porque la guerra misma, está creando en el suelo petrolero, una segmentación de la población iraquí que parece no existía con anterioridad. O dicho de otra forma: antes, podían existir dos fuerzas: los husseinitas y los antihusseinitas. Mañana, sin embargo, es muy probable que se les sumen también los pro yanquis y los antiyanquis, los liberales y los conservadores, los shiitas y los sunnitas y todas aquellas facciones posibles de suceder en un país acostumbrado a las guerras, lo que provocará que se sitúe a su pueblo en peligro de correr con la misma suerte con la que corrió la antigua Yugoslavia cuando no hubo más Mariscal Tito.
En especial porque es innegable que la transformación democrática no solo se basa en la adopción de nuevas simulaciones sobre gobiernos e instituciones, sino en cambios de milenarias practicas basadas en profundos arraigos culturales de lo sujetos y actores, los cuales por cierto, darán lucha mercenaria contra la lógica dominante de la imagen que occidente querrá otorgarles: redes formales, mediaticas, e informales que crearán cada una, su propia verdad, su propio discurso y su propio código normado siempre por un contexto difuso de símbolos que lograrán afectar la mentada cohesión nacional.
Desgraciadamente se puede suponer que el “Nuevo y Libre Estado Iraqu” nacerá esclavo de la simulación. Esto provocado por su mismo origen, su cultura, la economía y la globalización que juntos y separados no logran más que confundir los límites espaciales. Aunado a lo anterior, su democracia será sin duda, un pseudo régimen que sufrirá de una crisis de representatividad, de identidad y de toda legitimidad. Sé que con el tiempo, el destino del pueblo iraquí puede mejorar, pero ello no sucederá hasta que crezca la democracia y disminuya la distorsión de imagen occidentalista que le será impuesta. Y basado en nuestra experiencia como país, temo que el camino será terriblemente lento y accidentado, pues durante años de gobiernos ritualísticos, fuimos presa de ingerencias inimaginables con tal de que los Estados Unidos mantuvieran el apoyo y el reconocimiento a los gobernantes que no gozaban de legitimidad interna. ¿O será precisamente eso lo que se busca como tantas veces lo hemos visto desde el África moderna hasta la América colonizada?